Escuela de Rodas
Período Helenístico
Hacia el año 190 a.C.
Mármol 245 cm
Te llevaron de la mano y no te quitaban ojo para que nunca te pasara nada. Expandieron sus redes, sus influencias y sus buenas artes para que siempre tuvieras una mano a la que asirte, para que siempre que volvieras la mirada y buscaras porque te creías perdido, las encontraras.
Luego te sirvieron de memoria y de conciencia. Te aconsejaron bien, te demostraron que podías confiar plenamente. Te regalaron, te colmaron de cariños y atenciones, te siguieron haciendo feliz en tu mundo de niño. Estuvieron siempre en esa primera fila que tanto cuesta a veces mantener.
Creciste y siguieron sorprendiéndote en todo momento. La vida se empeñaba en ir más deprisa y pudiste comprobar como se adaptaban a cualquier ritmo. Las miraste con curiosidad, con admiración, con sorpresa y con amor... y siempre tuviste la suerte de comprobar que era cierto. Resultó que muchas ya volvían cuando tú comenzabas. Te diste cuenta, a veces demasiado tarde, de que contigo había que tener mucha paciencia y que habían pasado ese cáliz con mucha holgura.
Sus ocurrencias te hicieron reír y disfrutar. Te pasmaron sus soluciones y el portento de su imaginación. Bastó sólo un gesto, una mirada, una sonrisa para que el mundo se parase y se hiciera más lento. Te sorprendió siempre la determinación y la seguridad de saber bien a dónde iban, qué querían, dónde estaban. Notaste pronto toda la ventaja que te llevaban, que nos llevaban a todos.
Demostraron que sabían ser compañía, ser colegas, andar a tu paso, cuando muchas veces podían avanzar más. Te dolieron, te duelen también. Notaste que sabían callarse cuando convenía, que dejaban siempre puertas abiertas, que eran especialistas en tender puentes, que sabían ser especiales, que hablaban la verdad, a veces desbordando, a veces suaves, pero siempre determinadas y atentas. Te enamoraron antes, ahora y en la hora de todos los momentos.
Te siguen sorprendiendo, aprendes, te fijas en su manera de pisar el mundo. Aprendiste bien a escuchar y a valorar sus argumentos. Trabajaste codo con codo. Te siguieron llevando de la mano por lugares hermosos, por mares procelosos, por sendas no exploradas. Aprendiste a leer en sus ojos que si querían, podían. Te demostraron que se podía viajar a bordo de los sueños y pudiste comprobar cómo las cosas pequeñas y sencillas eran algo muy parecido a la felicidad. Te demostraron el mundo de los detalles y que las nimiedades aparentes pueden hacer de un día monótono algo muy hermoso.
Quisieras para ti su capacidad de trabajo y de apagar miles de fuegos y a la vez encender muchas luces. Te emocionas al darte cuenta de su increíble estatura a la hora del sufrimiento, envidias su capacidad de emocionarse, te siguen llamando la atención sus matices, sus silencios, sus palabras justas. Todo lo que saben.
No soy peyorativamente melifluo y creo que no soy superficial. Desde la que me trajo al mundo, todas las mujeres de mi vida son más, mucho más que yo. Se puede comprobar.
Texto de Ángel Castro Maestro
Publicado en el Diario Melilla Hoy
el 29 de noviembre de 2009
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