No se si es casualidad o causalidad que aunque la noche nos envuelva en miedo e inseguridad podemos encontrar pequeños (y grandes a la vez) reflejos de magnificencia en medio de la oscuridad envolvente... callejones que nos pierden, rincones de inhospitos vaivenes... empedrados que no te dejan caminar... ir... ¿hacia donde?... venir... y de pronto... ¡encontrar! La retina de la memoria no da credito al espectáculo que surge de la peña... está ahi, con el paso de los siglos te la encuentras tal y como inspiró a los poetas, igual de codiciada... no puedo quitarme de la mente el reflejo, la luz, el color, el reflejo, el encuentro... olor a historia, sabor húmedo de un espacio mágico... y todo, en medio de la casual o causal noche...
Es que hay cosas que siempre quedaran inmortalizadas para el ser... cuando nace una estrella, ésta, se inmortaliza para siempre y siempre la recordarás como los campos de oro de Saint-Exupéry o como en el viento que viene del oeste... cuando nace una estrella, o una amistad, o un hecho inolvidable el recuerdo vivo se prolongará hasta el infinito, será un siempre inmortalizado como en los azulejos nazaríes que se esconden en la belleza de la noche... un infinito que siempre vagará por los surcos que los sentimientos dejan cada trocito de cerámica vidriada... las puntas de la estrella, de la amistad, del hecho inovidable, del recuerdo vivo.... volarán hasta encontrarse con las nubes, volverán hasta el origen, se cruzarán, se separarán... pero lo harán siempre viajando por el infinito... como cuando la cornisa del arcoiris se vuelca para recordarte pasear por los campos de oro...
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